también eran examinados para detectar sarna, fiebre y otros males. No se realizaban pruebas de coronavirus a menos que un menor mostrase síntomas.
Enfermeros administraron además pruebas psicológicas, preguntándoles a los niños si tenían pensamientos sobre suicidio. Todos los cordones de zapatos fueron retirados para prevenir daños.
Los niños eran llevados seguidamente por un largo pasillo a una habitación grande. A aquellos de 14 años o mayores se les tomaban las huellas dactilares y una foto.
De ahí eran llevados a una segunda sala en la que recibían notificaciones para comparecer ante una corte de inmigración. Agentes de la Patrulla Fronteriza les preguntaban si tenían algún conocido en Estados Unidos y les permitían a los niños hablar con esas personas por teléfono.
Los niños recibían brazaletes con un código de barras que muestra cuándo se ducharon y sus condiciones médicas.